domingo, 23 de febrero de 2020

Un hombrecillo apurado


Un hombrecillo del tamaño de una nuez caminaba velozmente, como quien llega tarde vaya a saber dónde. 
Yo lo miraba extrañada, nunca había visto una persona tan diminuta y apurada. 

Por un instante se detuvo y estuvo paralizado más de un minuto.
Como si supiera que yo lo miraba, sin darse vuelta, me dijo:

- Ven.

Y siguió caminando rápido.

Al llegar al pie de la escalera dejó su maletín en el suelo, lo abrió sigilosamente custodiando con esmero lo que sacaría de él. 

- En este acto de solemnidad, te hago entrega de la Cuarta Carta de Kairos.

El pequeño hombrecillo dio media vuelta y en un abrir y cerrar de ojos se retiró por el mismo sendero infinito que había venido. 

A esta altura de mi vida ya no me sorprendía la manera extraña en que cada Carta llegaría a mis manos. Todo había sido muy mágico desde que recibí la Primera Carta. 

Rápidamente abrí el sobre y en su interior había un papel dorado que reflejaba el brillo de las estrellas. 

- Asómate a la Puerta de Luz, al final de la escalera.

Mis pies eran más grandes que cada escalón, por lo que me tomó un par de pasos acceder al lugar indicado. La luz me enceguecía, casi no podía ver lo que había allí. 

- Concéntrate, no te enfoques en la luz pues ella sólo está para iluminar ese inmenso lugar. Debes atravesarla...

El paisaje que se podía ver desde esa infinita altura era tan minúsculamente pequeño, y estaba tan alejado, que debí esforzar mi vista para que mi cerebro procese la información percibida.  
Tardé alrededor de dos horas y media para captar en detalle lo que allí había. Todo el Universo se dejaba ver, incluyendo las vidas paralelas de cada Alma. Percibí con intensidad el malestar de muchas de ellas, y eso se debía a la imposibilidad que tenían de saber cómo elevarse para sentir la Totalidad. Desde arriba era muy fácil comprender el Plan. Todo tenía sentido, como quien ve un rompecabezas desde la distancia en lugar de mirar la pieza suelta. Observé que al lado de cada persona había una escalera. Intenté advertirles que las preocupaciones de aquellas Almas no debían ser tales, pues todo cobraría sentido si se elevaban percibiendo la totalidad, pero estaban demasiado enfocados en ¨la pieza suelta del rompecabezas¨ Pese a que lograron escucharme, no prosperó mi intención. 

Resignada, di media vuelta y bajé lentamente por la escalera...

Me sentía abatida...

En la Carta se escribieron las siguientes palabras respondiendo sabiamente a mi desolación:

- ¿Te has visto entre esa gente...? ¿Notaste que tú también estabas allí...? La experiencia que has vivido no tuvo como objetivo advertirle a los demás... Ese aprendizaje era específicamente para ti. Y recuerda, nuevamente, que si percibes ¨otras¨ Almas, aún queda camino por recorrer.
Kairos.



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